LIBERACIÓN
Perfil de esta Columna
Por Jorge Tadeo Lozano
Abril 12 de 2009
Para nosotros no constituye ningún esfuerzo escribir en un medio como este
en el cual anticipadamente se sabe que existirá absoluta libertad de expresión
y de opinión enmarcadas claro está en el más absoluto respeto por la dignidad
humana, la honra y bienes de los demás y los valores y principios de la ética
periodística, porque eso es precisamente lo que hemos podido apreciar y admirar
hasta el día de hoy de su Fundador y Director, en grata coincidencia con lo que
hemos practicado durante nuestro ya extenso ejercido periodístico; ni mucho
menos podíamos rehuir su gentil y obligante invitación que hoy principiamos a
atender en el marco de la más sana intención de acertar y orientar con la
verdad, nuestra verdad por supuesto, que aspiramos interprete fielmente la del
común de las personas que nos leen.
El epígrafe con el cual titularemos siempre esta columna tiene entonces el
significado de lo que nos proponemos hacer a partir de nuestra conciencia libérrima:
contribuir a la “liberación” de otros espíritus que por algún motivo permanecen
aún esclavizados al error o a la ignorancia
debido a la falta de fe y confianza o a la ausencia de información
adecuada sobre materias específicas o porque están aferrados a prejuicios y
tabúes que han retrasado su crecimiento personal o colectivo. Sentirse liberado,
por consiguiente, es estar seguro de que nada absolutamente nada nos ata a una
idea predeterminada diferente a la que nuestra percepción directa de los hechos
nos ha mostrado como correcta; y de que
no hay ninguna fuerza exterior que pueda imponernos líneas de conducta
contrarias a la que el conocimiento y el raciocinio propio y sereno nos ha
permitido deducir. Incluso, la misma idea que tenemos de Dios es el fruto interiorizado
de esa combinación espontánea, maravillosa e inmaterial de espíritu y razón.
Pero la idea de “liberación” no es estática, evoluciona en el contexto de
la doble naturaleza del ser humano, individual y colectiva; en este último caso,
al comunicarse e interactuar con otros seres humanos y miles de entidades vivas
e inertes con las cuales convive en la misma naturaleza terrestre e incluso
extra-terrestre. Surge entonces algo aún más trascendente: el hombre sublima o
transforma el instinto y sentimiento primario y subjetivo de “liberación” en
una actividad moral, masiva y generalmente aceptable, que yo denominaría “socialización de la liberación”, que es
donde arrancan las grandes diferencias, debates y controversias ideológicas de
la humanidad, la distintas interpretaciones sobre sus alcances, limitantes y
flexibilidades, e incluso las mayores contradicciones internas de los variados
ideologismos.
Surgen de allí enormes y universales movimientos de opinión que han
impulsado la dinámica de las ideas que a su vez ha generado cambios profundos
en la sociedad, conduciendo alguns veces a cruentas e inhumanas guerras y a hecatombes
ambientales de origen antrópico como las que estamos padeciendo; y otras, a
grandes saltos y transformaciones en los planos políticos, económicos y
sociales como en la era moderna lo hicieron –para no citar sino tres ejemplos
representativos- la revolución industrial, el marxismo leninismo y el nacional
socialismo, desde polos ideológicos opuestos estos dos últimos. Todos ellos
interpretando a su manera la “socialización de la liberación”: los industriales
para llevar a la humanidad a donde está ahora, a la teoría radical del libre
comercio mundial de sus encarecidos productos en medio de una economía
globalizada controlada por un sistema financiero salido de su propias entrañas,
cuyo reciente colapso destapó las corruptas maniobras que dicho modelo
económico venía realizando para preservar sus monopolios; un marxismo leninismo
cuyos pregones de “liberación del
trabajador y el campesino” de la esclavitud económica a que los tenían sometidos
el capitalismo industrial y agrario de los terratenientes, se hundió
estrepitosamente ante los ojos del mundo debido a sus propias contradicciones
filosóficas y a la corrupción rampante propiciada por el sistema; y,
finalmente, un nacional-socialismo maculado desde sus orígenes por
fundamentalismo racial, religioso y territorial modelo nazi, replicado en la
modernidad por dictaduras y autoritarismos de izquierda y de derecha
que han caído o caerán tarde o temprano
en descalabro institucional por cuanto en su esencia están en contravía de la verdadera
y auténtica “liberación” del ser humano.
Coincido con lo esencial de la “teología de la liberación” del movimiento contestatario
de la Iglesia Católica de hace pocas décadas sin los extremos a que llegaron
algunos sacerdotes de aceptar y aplicar dentro del plan de búsqueda del cambio
social, la tesis de la “combinación de
todas las formas de lucha”; creo firmemente que proponer una lectura más social
de los Evangelios no es un anatema sino por el contrario una bendición; que promover
una presencia pública más activa de la Iglesia y de los cristianos en apoyo de
los necesarios cambios estructurales de las sociedades medioevales que aún
subsisten en los países subdesarrollados no solo no es una execración sino un imperativo
evangélico; y pensamos que, para contar con la idoneidad para actuar de esta
manera necesitamos antes “liberarnos” de los propios escrúpulos, prejuicios, convencionalismos
y tabúes que han invadido nuestro comportamiento individual.
Bajo esta concepción, planteamos desde aquí la “teoría política de la
liberación” como una forma de lectura “social avanzada” de la Constitución de
1991 o de su reforma en aquellos aspectos que son objetivamente retardatarios;
todo en el doble marco de la
normatividad internacional sobre libertades públicas y derechos humanos vigente
en nuestro país y de los Santos Evangelios en su verdadero y profundo alcance
social-cristiano. Así discurriremos en estos comentarios porque nos sentimos
“liberados” de toda atadura política, social o económica a intereses mezquinos
o sectoriales; somos libres como el viento y desde esta posición expresaremos
nuestras opiniones, que podrán no coincidir con algunas otras pero que siempre
buscarán, como lo dejé dicho al principio, interpretar el juicio mayoritario de
la comunidad o procurar su aceptación.
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