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“MEA CULPA” TARDÍO DEL VICE-PRESIDENTE

 

Para: Citará Online

Por: Jorge Tadeo Lozano

24 de mayo de 2009

 

Escuchar a un alto miembro del gobierno central, en este caso al Vice-Presidente Francisco Santos, reconocer por fin públicamente que en Colombia ha habido discriminación racial de “afrodescendientes” en toda la historia de la República, o sea, durante casi 200 años de autonomía política, es novedoso más no sorprendente para quienes venimos sosteniendo lo mismo sin necesidad de acudir a los previos y costosos estudios socioeconómicos que el alto funcionario nos anunció como soporte de sus afirmaciones. Lo expresamos mi padre y yo tanto en debates en el Congreso como en  infinidad de documentos de las décadas del 60 al 90 que fueron recogidos en los libros: “Testimonio de Ramón Lozano Garcés” del historiador César Rivas Lara (publicación de la Imprenta del BCH-1989);  y “Juicio a la Nación–Marginalidad Estructural- Discriminación Soterrada – Derecho al Desarrollo” escrito por mí, que editó la Cámara de Representantes y publicó la Imprenta Nacional en 1998, en el cual resumimos nuestra posición global sobre el tema en la siguiente breve frase “La discriminación contra la raza negra no ha desaparecido en el planeta Tierra, en vez de disminuir, se está disimulando, que es más grave”. Nosotros percibimos en nuestra propia humanidad y en la de la gente que representamos, toda la infamia de la segregación. En ese entonces nos replicaban desde las altas esferas del poder político y mediático del país con las rituales expresiones despectivas de “acomplejados” y “mediocres” con las que aún suelen rechazar las pretensiones de vinculación y ascenso de los afrocolombianos a posiciones de comando  en la sociedad colombiana; incluso, fue bien difícil en ese entonces conquistar el derecho de que un núcleo humano como el chocoano, integrado por un 98% de población negra, pudiese manejar las instituciones de la Nación con sede en la región, a pesar de tener gente preparada.       

 

Es una verdad a medias la afirmación del Vice-Presidente de que no existe recurso humano de excelencia proveniente de la raza negra que pueda acceder con méritos a posiciones de dirección y mando en los diferentes sectores de nuestra sociedad,  según Santos, debido a la pobreza de sus familias para financiarle estudios profesionales de calidad, pues desde hace muchísimos años, con grandes sacrificios, es cierto, hay conformadas verdaderas legiones de afrodescendientes con idoneidad académica y experiencia suficientes para ocupar posiciones públicas y empresariales destacadas, pero el “racismo” se los ha impedido. Así lo reconocía  contradictoriamente el alto funcionario (un poco tarde por la cantidad de valores individuales sacrificados en este lapso) al afirmar que  frente a  opciones similares en calidad intelectual, experiencia  y ética, “hemos excluido al negro solo por el color de su piel”. Pero este no es un hecho que exista solo porque lo acabe de identificar el estudio de la Universidad de los Andes contratado por el Gobierno, sino porque así ha sido siempre: no solo lo hemos visibilizado quienes hemos hablado y escrito sobre el tema desde hace décadas sino que ha sido reconocido tanto por la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas como por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA en todos su informes sobre el estado de los derechos humanos en Colombia.

 

Pero bien, reconozcamos que así sea tardío, este arrepentimiento dialéctico de la clase dominante expresado por el señor Santos es valioso y debemos reconocerlo como un punto de inflexión en esta larga lucha por la reivindicación del derecho a la igualdad de razas en Colombia. Porque cientos de estudios del mismo nivel y con similares conclusiones se han hecho en el pasado, incluso por universidades oficiales tan serias  como la Universidad Nacional, que se han “archivado” por los gobiernos sin prestarles la más mínima atención. 

 

Lo más difícil, sin embargo,  en todos estos procesos políticos es el paso de los estudios de identificación del problema y manifestación  de buenas intenciones a los hechos prácticos de individualización de las soluciones y su ejecución práctica. No bastan los simples reconocimientos públicos ni son suficientes las condecoraciones a dos o tres negros ilustres el día de la afro-colombianeidad; como tampoco son suficientes los nombramientos de dos o tres afro-descendientes en posiciones destacadas del ejecutivo nacional; eso está bien pero no satisface los derechos de las negritudes ni en proporción a su volumen poblacional ni en equidad con  su peso específico académico y ético. No somos cuatro millones como lo reconocen algunos deficientes cálculos de estudios contratados por el Estado, ni ocho millones como lo recogió Naciones Unidas en uno de sus estudios; pasamos de doce millones los colombianos descendientes de negros, por tanto representamos aproximadamente el 30% de la población colombiano; somos la minoría racial mayoritaria del país, que justifica por tanto una reforma legal que nos conceda, en equidad, una participación proporcional a nuestra población en los órganos del Estado. Eso sostuve en 1997 en  la Comisión 1ª de la Cámara de Representantes  cuando respaldaba el proyecto de ley -aprobado unos años después-  que buscaba concederle a la mujer una representación de por lo menos el 30% en los órganos del Estado (administración, justicia, legislativo y entidades de control) como mecanismo de búsqueda de la equidad de género; a cambio, solicité reciprocidad para cuando el país tuviese la suficiente sensibilidad y conciencia social y un Congreso que la interpretase, para hacer lo mismo con la afrodescendencia.  

 

Con base en esta nueva actitud del gobierno nacional frente al tema que nos ocupa, creo que el momento político actual es propicio para poner a prueba esa corriente  de compasión y cognición social que dice tener, invitándolo a presentar al Congreso una iniciativa legislativa similar a la que este aprobó para comenzar a resolver el problema de la discriminación de género, lo que podría constituirse en el primer paso de un gobierno que seriamente quisiese cambiar el trato discriminatorio hacia la raza negra y un paradigma para los demás sectores de la sociedad colombiana que aún mantienen en su interior formas segregacionistas de comportamiento hacia ella.

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