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COLOMBIA: ¿MODELO DE ESTADO PARA LA GUERRA?

 

LIBERACION

COLOMBIA: ¿MODELO DE ESTADO PARA LA GUERRA?

Por: Jorge Tadeo Lozano

14 de junio de 2009

 

Debemos decir, inicialmente, que la paz es la situación y relación mutua de quienes no están en guerra y que por ello Colombia, desde los albores de la república, con muy pequeños lapsos de sosiego relativo, ha vivido en guerra interior, sin paz, debido a la confrontación social entre la población marginada –históricamente pobre o empobrecida pero mayoritaria- y la minoría,  tradicionalmente burguesa o aburguesada, dueña del poder político y económico del país, de donde se han desprendido dos modalidades de guerra interior, a saber:

 

i. Un conflicto sin pausa, silencioso y sin armas, invisible para algunos medios de comunicación, que ha enfrentado  centenariamente a pobres y ricos; cierto y cruel para el altísimo porcentaje que en promedio lo padece en Colombia (50.4% de la población en estado de pobreza y 15.4% en estado de miseria) y para quienes tenemos el deber de observarlo y denunciarlo con sus secuelas de muerte y desolación, escenario en el cual fallecen diariamente cientos de niños y adultos mayores, de hambre y desnutrición; desfallecen miles de colombianos que deben abandonar su lugares de trabajo mensualmente engrosando los ejércitos de desempleados y otros tantos que van a dar masivamente al empleo informal, al sub-empleo, a la delincuencia o a la subversión; centenares de familias campesinas desplazadas por las necesidades económicas o la violencia, que presionadas por  la intemperie, el hambre, las  enfermedades y las necesidades básicas insatisfechas en las grandes ciudades, se precipitan a la indigencia pordiosera, a la delincuencia común, a la prostitución o a la guerrilla; cientos de miles  de familias en los suburbios de las metrópolis  y ciudades intermedias para quienes nunca ha habido agua potable, alcantarillados ni luz eléctrica o sus hijos no han podido pasar del primer nivel de educación formal por falta de recursos, que igualmente van a engrosar las huestes de irregulares; los miles de campesinos que aún permanecen en sus parcelas desprovistos de crédito, de asistencia técnica  para producir competitivamente y carecen de vivienda propia y digna, cuyos hijos jóvenes -ante la falta de alicientes estatales- son atraídos por los halagos económicos o políticos de los promotores del conflicto.   

 

ii. La otra conflagración es la de los fusiles y metrallas, la de las bombas y minas “anti-persona”; de los secuestros, fusilamientos y masacres, planteada desde hace 44 años por las FARC-EP y otros grupos guerrilleros, replicada desde la ilegalidad por los “paramilitares” para combatirlos, con el apoyo inicial de autoridades civiles y militares; y contra-replicada finalmente por las Fuerzas Armadas regulares del Estado, que para hacerlo, acudió en algunos casos a procedimientos tan violatorios del Derecho Internacional Humanitario como los que rutinariamente venían utilizando las guerrillas y los paramilitares  de tiempo atrás.

 

La primera y más antigua de las guerras internas que libran los colombianos ha tenido  pocos dolientes fuera de las propias víctimas y  sus familiares más cercanos; algunos medios de comunicación registran los hechos pero no se comprometen editorialmente en la protesta o en las reformas institucionales necesarias; y los pocos que lo hacen, son presionados por el Gobierno mediante interceptaciones telefónicas e investigaciones financieras y patrimoniales ilegales o sin previa orden judicial, que llevan implícitas amenazas de denuncias criminales; o los columnistas o intelectuales que critican al gobierno son tildados públicamente por el  Primer Mandatario de la Nación como “colaboradores intelectuales de la guerrilla”, con lo cual se les expone de inmediato a las acciones delincuenciales de los “paramilitares” o de agentes de organismos secretos o de inteligencia del Estado, coartándoseles indirectamente sus libertades de opinión y de expresión. 

 

Paralelamente el gobierno sale a saturar el ambiente con la oferta de mejorar la cobertura de los subsidios de mero “alivio social” creados para los pobres por gobiernos anteriores, como el denominado “familias en acción”, que no alcanza siquiera a suplir el nivel de miseria de un dólar diario de ingresos señalado por los estándares internacionales; y la mente de los colombianos se embriaga –entonces- con esta demagogia, sin observar que lo que se está haciendo con esos recursos globalmente importantes (individual y familiarmente irrisorios)  es irrigarlos en la economía primaria o de consumo para que vayan automáticamente a las arcas de las economías empresariales vinculadas a los monopolios nacionales e internacionales, sin solucionar estructuralmente las causas de la pobreza y la miseria.

 

Ahora, ¿Qué es lo que realmente desea el pueblo colombiano para solucionar esta inmensa brecha entre ricos y pobres que nos ha colocado entre los países más desiguales del mundo? (en Colombia hay regiones como el Chocó con el 78.5% de su población en la línea de pobreza en contraste con Bogotá que solo tiene el 28.4%) Me atrevería a opinar primero, sobre qué es lo que no quiere el pueblo colombiano. Acá no queremos ni “Chavismo” ni su otro extremo el “Bushismo”; ni “estatización empresarial” ni “gobierno de las empresas”; filosóficamente el pueblo colombiano ha respaldado desde 1936 la intervención del Estado en la economía sí, pero con el fin de darle una auténtica función social a la propiedad privada y redistribuir  en equidad la riqueza pero no para expropiarla a favor del Estado  sino para compartirla con la sociedad; integración de los trabajadores en la empresa también, pero no a través de la simple e insustancial responsabilidad social empresarial, sino haciéndolos socios del poder accionario y partícipes de su administración y utilidades.     

 

La guerra interna planteada por las FARC-EP se inició –grosso modo- con dos objetivos fundamentales: i. eliminar las estructuras constitucionales y legales generadoras de desigualdad y exclusión política, económica y social, propósitos que el 90% del pueblo colombiano comparte, así no acepte el uso de las armas ni la “combinación de todas las formas de lucha” (narcotráfico, secuestros, minas anti-persona y otras violaciones del DIH) practicados por la guerrilla para conquistarlos; y, ii. cambiar la estructura  de Estado “demo-liberal” que nos ha regido centenariamente por un arquetipo socialista; proposición radical que –estamos seguros- la casi unanimidad del pueblo colombiano rechazaría  y que la izquierda democrática ni siquiera ha intentado presentar al escrutinio público.

 

La respuesta  del “régimen actual” ha sido siempre negativa a cualquier posibilidad de dialogo de paz con la sedición,  pues para el Presidente Álvaro Uribe Vélez, su líder, nada de lo planteado por ella es negociable; ha manifestado en diferentes formas su rechazo rotundo a cambios estructurales y en cambio ha estimulado políticas de “beneficencia social” como paliativos de la miseria;  de subsidios a determinados sectores de la economía en crisis y de “remiendos a la Constitución” para solucionar las dificultades políticas de los partidos que lo respaldan,  las complicaciones judiciales de sus amigos congresistas y sus desmedidas aspiraciones a sucesivas reelecciones en el cargo. Todo en el marco de un prototipo de Estado “autoritario y neo-populista” que ha diseñado a su medida, como una maquinaria de guerra.

 

En resumen, ni el modelo de Estado Marxista de las FARC-EP ni el “autoritarismo Neo-populista” y facho de AUV van a  lograr la paz en Colombia a mediano ni a largo plazo,  debido a que están concebidos  para hacer la guerra y no la paz; ya va siendo hora, en consecuencia,  que el pueblo empiece  a  pensar en un liderazgo y en un modelo de Estado “social-demócrata”, con herramientas competenciales suficientes para propiciar el diálogo que permita –en el marco del respeto a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario- un dialogo entre los contendientes que conduzca a una paz definitiva, con los profundos cambios políticos, económicos y sociales estructurales que el país necesita.   

  

Comentarios a: jotalos@gmail.com

 

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