“LIBERACIÓN”
LA GUERRA Y LA PAZ EN COLOMBIA
Para: Periódico Citará
Por: Jorge Tadeo Lozano
07 de junio de 2009
Quienes por convicción ideológica no compartimos desde un principio la
filosofía política del Presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez ni su estilo de
gobierno, le reconocemos sin embargo, no el mérito sino la fortuna, de que aún
en medio de la confrontación armada haya logrado mantener a niveles tolerables los índices macro
económicos básicos y por tanto el crecimiento de la economía colombiana[1], como en general lo habían venido haciendo
sus predecesores; pero esta vez en contraste con lo que sostiene la
mayoría de la crítica política y académica nacional y le reprocha la conciencia universal
representada en los organismos
internacionales especializados: i.
que durante su gobierno hayan empeorado los indicadores sociales[2] como lo certifica el PNUD en su informe socioeconómico sobre Colombia del
2006[3]; ii. que el 0.005% de una
población de 44 millones de habitantes (2.428
personas) sea aún el propietarios
del 53% de la tierra útil del país; iii.
que el 80% de las acciones de las sociedades anónimas del país esté en manos
del 0,21% de los accionistas[4]; iv. que Colombia continúe
situada entre los once países de mayor índice de desigualdad del mundo, de
acuerdo con el Informe Mundial de Desarrollo Humano; v. que los índices de corrupción y perversión política[5] hayan sido los peores de cualquier gobierno en el último siglo; vi. que el actual mandatario esté
pretendiendo eternizarse en el poder en una especie de “dictadura
constitucional[6]”; y, vii. que, contrariamente a
lo intentado por sus antecesores, no haya hecho ningún esfuerzo por buscar
salidas políticas al conflicto armado planteado por las FARC-EP desde hace 44
años, actuando conforme a la doctrina nazi de que para “… dirigir una guerra no es el
derecho lo que importa, sino la victoria[7]”. De aquí, de esta satánica filosofía de la guerra, nació
la Segunda Guerra Mundial y, por supuesto, allí se incubó la muerte de sesenta
millones de personas y miles de inválidos y mutilados.
Tengo la percepción de que para
alguna opinión internacional el concepto
de “seguridad democrática” del Presidente Uribe Vélez de Colombia en su segundo
período presidencial es tan “ligero y superficial” como para algunos
colombianos del común, que al ser consultados en la calle y de improviso sobre
el tema solo atinan a interpretarlo como el retorno a la relativa tranquilidad
en algunos aeropuertos y carreteras principales del país, sin importarles “una
higa” que su primera reelección se hubiese construido, según la Sala Penal de
la Corte Suprema de Justicia, sobre dos comprobados delitos de cohecho; ni que
el 90% de los congresistas detenidos y sindicados actualmente por vínculos con
el paramilitarismo sean de la bancada de gobierno y de sus especiales afectos;
tales personas parecen no haberse enterado aún de los asaltos recientes de la
guerrilla con armas no convencionales a policías y población civil en zonas
rurales, caminos y carreteras de las
localidades más pobres y distantes del país; ni de las desapariciones forzadas,
masacres y asesinatos selectivos que aún practican paramilitares reinsertados que regresaron a
la delincuencia; así como tampoco se han percatado de los “falsos positivos”
ejecutados por el ejército regular, que capturan o atraen a indigentes,
discapacitados y desempleados de estratos sociales bajos con señuelos
económicos para posteriormente fusilarlos haciéndolos aparecer como muertos en
combate; ni son conscientes de la gravedad de la intromisión de las
autoridades en la intimidad de las
personas a través de interceptaciones telefónicas no autorizadas judicialmente,
en especial de miembros de la oposición, periodistas críticos del gobierno y Magistrados de las Altas Cortes.
Todo esto, para aquella clase de opinión, son episodios normales del
proceso de consolidación de la “seguridad democrática”. Según la paradójica hermenéutica y moral de los corifeos del “régimen”, lo que ha
sucedido en el Congreso son hechos aislados no imputables al gobierno; opinan
que la guerrilla masacra aún a los pueblos porque son los últimos estertores de
su inminente desaparición; que los
paramilitares se rearman y regresan a sus fechorías pero ya no son
“autodefensas” sino “águilas negras” o delincuencia común; que cuando los
fiscales y jueces deciden que los “falsos positivos” son “reales actos de
delincuencia” están equivocados porque
sus pronunciamientos han sido edificados sobre
“falsas e injustas denuncias” contra las Fuerzas Militares; y,
finalmente, consideran que las interceptaciones telefónicas ilegales se
justifican porque forman parte del legítimo derecho a la defensa del “régimen”.
Como colofón de esta primera reflexión sobre lo que está ocurriendo en
Colombia, tenemos lo siguiente: no es de sabios sino de necios buscar la Paz a
través de la guerra. Ya lo decía Marco Tulio Cicerón, uno de los más sabios
políticos de la antigüedad: “Preferiría la paz más injusta a la más
justa de las guerras”; y lo ratificaban dos de los líderes del país
favorito del Presidente Álvaro Uribe Vélez, Benjamin Franklin, político,
científico e inventor estadounidense, al afirmar sentenciosamente: “Jamás
hubo una guerra buena o una paz mala”; y George Marshall, quien fuera
el Jefe del Estado Mayor de los Ejércitos Norteamericanos en la Segunda Guerra
Mundial al recomendar: “El único medio de vencer en una guerra es
evitarla”. ¿Cuántos muertos más necesita el Presidente de Colombia para
entender estos mensajes? ¿Cuántos ciudadanos más, fuera de los cuatro millones
que ya deambulan por las calles de las ciudades colombianas padeciendo hambre y
mil necesidades, va a esperar que se desplacen de los campos colombianos, para
comenzar a entender que solo evitando la continuidad de esta perversa guerra,
es la única manera de hacer la Paz?
Comentarios a: jotalos@gmail.com
[1] PIB, Balanza Comercial, Índice de
Competitividad, Inflación, Déficit Fiscal, Ranking de
Emprendimiento, Inversión Extranjera ,
Índice de Libertad Económica, Tipo de cambio real, Grado de Apertura o
Globalización de la Economía.
[2] De pobreza e indigencia; de desigualdad
social; de desempleo; de desplazamiento interno de campesinos; de
discriminación territorial, de género y de raza; de desarrollo humano; de
desnutrición infantil; de cobertura y
calidad de servicios básicos en barrios periféricos y regiones rurales;
[3] Nota Socioeconómica No. 1 de abril de 2006 del PNUD. “Desde el punto de vista del
desarrollo humano, siendo absolutamente necesario el crecimiento económico la
pregunta siempre será si el crecimiento favoreció o no a los pobres. Un estudio
preliminar de la Misión contra la pobreza y desigualdad en Colombia concluye
“Por lo tanto, en términos generales, el crecimiento en Colombia no ha sido
pro-pobres, y ni siquiera ha sido neutral; en seis de los ocho años estudiados
(1997-2004),benefició más a la población no pobre que a la pobre”
[4] Nota socioeconómica No. 4 de PNUD de Julio de 2006
sobre Colombia.
[5] La “Yidispolítica” y la “Parapolítica” tiene
comprometidos judicialmente o con imputaciones a 128 políticos, entre ellos a
55 Congresistas, 50 pertenecientes a partidos que respaldan al gobierno y
5 de la oposición. Nueve miembros más
del congreso aparecen con sindicaciones
públicas por “parapolítica”, que probablemente serán llamados muy pronto a los
estrados judiciales.
[6] El Congreso, de mayoría oficialista, ha reformado
en dos ocasiones la Constitución para asegurar la reelección sucesiva de Uribe
Vélez; la primera de ellas, mediante el cohecho de algunos de sus miembros,
condenados por le Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia.
[7] Discurso arenga de Adolfo
Hitler al comenzar la guerra.
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