“LIBERACION”
¿PANAMERICANA O
AUTOPISTA DE LAS AMÉRICAS?
Por: Jorge Tadeo Lozano
18 de octubre de 2009
Ha sido pretensión centenaria de
América unir en un solo tramo de carretera los dos extremos del Continente
desde la “Prudhoe Bay” en la Alaska canadiense hasta Bahía “Lapataia en Ushuaia”
(Argentina) en un trayecto que cubriría aproximadamente treinta mil (30.000)
kilómetros, que según el proyecto original enlazaría todos los países del
occidente americano y al cual se le llamó Carretera Panamericana por primera
vez en 1923 con ocasión de la V Conferencia Internacional de los Estados
Americanos, cuando ni siquiera en Estados Unidos se había construido el tramo
interno completo de la vía, mucho menos en los países de América Hispana.
Para algunos esta vía tuvo inicio milenario en el Imperio Inca (entre los
siglos XIII y XVI) con los llamados “Caminos del Inca”, que integraban extensos
trayectos de vías pedestres desde el nordeste de la hoy República
Argentina hasta la Gran Colombia de ese
entonces (Colombia, Venezuela y Ecuador). Hay, por ejemplo, estudios
antropológicos serios que certifican ese cruce remoto y frecuente de los “uros”
de las mesetas “alto peruanas” al empobrecido e inhóspito hábitat de los
“atacamas” en el norte argentino y a la inversa. En fin, todos los caminos confluían a la
ciudad de Cuzco (que en lengua quechua significa “el ombligo del mundo”) sede
del Gran Imperio Inca.
La loable idea fue cuajando en la conciencia nacional de cada país,
extendiéndose progresivamente -como ya lo dije-
hasta que fue reconocida como la Carretera Panamericana en la V
Conferencia Internacional de los Estados Americanos en 1923. Posteriormente se
celebró en Buenos Aires, en 1925, el I Congreso Panamericano de Carreteras, al
que siguieron los de 1929 y 1939, que igualmente la avalaron siguiendo la ruta
original por el occidente del continente, bordeando el Océano Pacífico.
Virtualmente esta carretera uniría los Océanos Ártico y Antártico que se
confunden en sus extremos norte y sur del continente con el Mar Atlántico, circundando
el litoral Pacífico. Una perfecta culminación
del hombre, de la obra maravillosa de Dios, como la llamé en una de mis
intervenciones ante el Congreso colombiano, defendiendo su construcción.
Hoy, la vía Panamericana se encuentra completa en la casi totalidad de los
países, salvo en Colombia, donde existe un tramo que impide que esta vía se
conecte con el resto de América debido a la oposición de los “amos” de este
país a la ruta sur original aprobada por los Congresos Panamericanos de
Carreteras y por el propio Congreso Colombiano mediante ley No 121 de 1959. Los
antioqueños, hoy encabezados por su actual Presidente, obsesivamente se
empeñaron en cambiar el proyecto para desviarlo hacia el oriente del continente
a su ingreso a territorio colombiano, no
tanto con el noble fin de integrar a Venezuela sino para incorporar al
Departamento de Antioquia a esta importantísima carretera, así hubiese que
hacer un costoso y extenso circunloquio que está incrementando en un 300% más los costos económicos del proyecto
original por el sur-occidente colombiano, en un 500% los costos ecológicos y
ambientales del mismo y aumentando en más de mil kilómetros la conectividad
vial entre Sur y Centroamérica.
Se trata de que, para darle gusto a los nuevos “amos”, habría que romper el
Tapón del Darién en un trecho de 87
kilómetros de selva de baja montaña, ubicado entre el extremo este de Panamá y
el noroeste de Colombia, alterando el equilibrio ambiental y degradando el
ecosistema del Parque Natural de los Katíos, declarado por la Unesco Reserva de
la Humanidad, cuyo territorio en un 90% está situado en el Departamento del
Chocó, limítrofe de Antioquia. Además, habría que atravesar un pantano altamente cenagoso en
cercanías de la desembocadura del Río Atrato, el más caudaloso del mundo en
proporción a su extensión, con unos altísimos costos de ingeniería y
construcción de pilotes. Además, está claro que indígenas y afrodescendientes
que residen allí y han cuidado de la preservación de los inmensos recursos de
privilegiada biodiversidad del Parque, se oponen al proyecto con fundamentos
constitucionales y legales que no podrían ser superados sin su consentimiento
previo y con fundamentos objetivos y
razonables que no existen.
La ruta por el sur-occidente colombiano, por el contrario, no produciría
los devastadores efectos ecológicos de la ruta noreste por cuanto no invadiría
el corazón mismo del Parque Natural de los Katíos como lo haría esta sino que
iría sobre las estribaciones de la cordillera del Baudó que sirve de límite
natural del mismo, que va paralela al litoral pacífico hasta la frontera con Panamá sirviendo de
barrera de natural de control y mitigación de la penetración del hombre,
principal depredador del medio ambiente.
Ante esta divergencia, la ley 121/59 de Colombia había sido “salomónica” al
establecer que los mismos aportes que se dispusieren por el Gobierno Colombiano
para la Ruta Sur-Occidente de la Carretera Panamericana, se asignasen a la Ruta Palo de Letras en
Panamá a Paraguachón en Venezuela (o del
Tapón del Darién). Para eludir este mandato Uribe Vélez suprimió en las leyes
de presupuesto toda referencia a la Carretera Panamericana dado a la ruta
sur-occidental de la vía intercontinental por
los Congresos Panamericanos de Carreteras y por el Congreso Colombiano
en la ley 121 de 1959 y lo reemplazó de cierto tiempo para acá por el de “Autopista de las Américas”, pero ahora
asignado a la vía del Tapón del Darién,
con lo cual ha podido incluir recursos que contemplan el mejoramiento de
alrededor de 1.575 km de carreteras existentes en la ruta y la construcción de más de 1.650 km de nuevas
vías, entre Palo de Letras en la frontera con Panamá y Paraguachón en la
frontera con Venezuela, con algo más de 7 billones de pesos de inversión.
Ahora, está bien que Venezuela desee comunicarse con el resto de América a través
de una carretera moderna; si lo quiere hacer tiene el petróleo y el dinero para
conectarse a la panamericana ruta sur-occidente pero no sacrificando al resto
de América. No parecería sensato que
obligásemos al tránsito automotor que viene del norte y centro América a dar la
vuelta por Antioquia y la costa norte de Colombia para luego buscar una vía que
conduzca al sur occidente del país (Pereira-Pasto) por donde debe salir
forzosamente la “panamericana” planeada y acordada con el Ecuador, Perú,
Bolivía, Chile y Argentina; o a la inversa, someter a los que vienen del
sur y van con destino a centro y norte
América, a dar tan innecesario
circunloquio por nuestra costa Caribe y Antioquia, lo cual sería someterlos a
excesivos y costosos kilometrajes que bien podrían evitarse si optásemos por
continuar la preestablecida y prediseñada ruta sur de la “carretera
panamericana” En síntesis, se han incumplido compromisos internacionales y la
ley colombiana para darle gusto a un mandatario veleidoso y selectivo que se
propone privilegiar en forma mezquina los intereses de su región por encima de
los de otras regiones nacionales e incluso sacrificando los de la comunidad americana.
El interrogante final sería: ¿nos dejaremos los chocoanos imponer los
caprichos del señor Uribe Vélez que afectan nuestros sacros intereses?
¿Panamericana para América o Autopista de las Américas para los paisas?
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