liberación
SOBERBIA Y ACUERDO HUMANITARIO
Por: Jorge Tadeo Lozano Osorio
21 de agosto de 2009
Tenemos la certeza absoluta de que la soberbia constituye el gran obstáculo que hoy afronta el acuerdo humanitario que con ansiedad y preocupación esperan el pueblo colombiano y el mundo entero para asegurar la libertad y dignidad de un grupo de colombianos secuestrado o retenido por la guerrilla de las FARC. Por soberbia disfrazada de “seguridad democrática” no se ha hecho el acuerdo humanitario en Colombia; por “soberbia revolucionaria” surgida del envanecimiento que otorga la capacidad de chantaje al Estado y al pueblo con el secuestro o retención, se han hecho fracasar todos los intentos de acuerdo humanitario.
La altivez, es el primer significado de la “soberbia”. Es indudable que
este sentimiento ha estado invariablemente presente en todo este proceso; unos
miran con desdén y por encima del hombro a los demás; otros, por presunción,
hacen imposible los acercamientos al dialogo fluido y leal; hay una visible arrogancia, vanidad, exceso de auto estima de todos los contendientes, limitando
tozudamente las posibilidades de cualquier acuerdo humanitario.
La segunda acepción de la
soberbia es el engreimiento narcisista,
la insolencia y pedantería de quien cree
en su propia superioridad, que lo lleva por falso orgullo a pensar que sus acciones
y discursos constituyen la excelencia y son los únicos valederos, con
menosprecio de todos los demás; sentimiento negativo que igualmente ha estado
presente en los actores e intermediarios de este doloroso episodio de la vida
nacional.
Otro aspecto de la “soberbia” que ha estado vigente en el
comportamiento de los voceros del gobierno y de la guerrilla (incluidos entre
ellos los corifeos de ambos bandos) frente al tema del acuerdo humanitario, es
el de la cólera o ira, expresado con acciones descompuestas o palabras agresivas
e injuriosas, que recíprocamente se han
inferido unos contra otros.
El filósofo español Fernando Savater dijo alguna vez que “La soberbia no es sólo el mayor pecado
según las sagradas escrituras, sino la raíz misma del pecado. Por lo tanto de
ella misma tiene la mayor debilidad. No se trata del orgullo de lo que tú eres,
sino del menosprecio de lo que es el otro…”; a lo cual agregaría: el no reconocer
a los semejantes los valores, títulos, méritos, o simples cualidades que estos
tengan, por mínimos que ellos sean.
Coincido con el prestigioso escritor español en que “quizá lo más pecaminoso de la soberbia sea
que imposibilita la armonía y la convivencia dentro de los ideales humanos”; yo
le agregaría, dentro de la diversidad de ideales humanos, que es precisamente lo que más nos afecta en este momento como
sociedad: la falta de armonía, o sea, la ausencia de una sana amistad y de una buena correspondencia entre
compatriotas. La unión dentro de la diversidad ideológica es el ideal de una
convivencia civilizada. Convivir es
vivir en compañía de otros en cordial entendimiento respecto a la esencia de lo
fundamental, así no coincidamos en algunos aspectos básicos no primordiales y
en lo accesorio. Estamos viviendo en Colombia una pugnacidad histórica de más
de ciento cincuenta años, con la guerrilla más antigua del mundo (44 años) y
con el más altísimo nivel de intolerancia oficial y guerrillera de todo el
orbe, en contravía de lo que debería hacer un pueblo culto.
Se ha discutido y puesto de acuerdo la humanidad en que los seres
humanos somos semejantes, entre otras razones
porque hay conciencia universal de que nacemos y morimos. En este
trasegar por la vida, compartimos problemas comunes unos, particulares otros,
frustraciones, alegrías e ilusiones individuales y colectivas, que solo la
solidaridad, cooperación, reciprocidad y tolerancia podrán superar. Pensar
siquiera que una sola persona, o un solo grupo de personas al margen de la
comunidad, contra el resto de ella o por encima de ella, puede remediar los
problemas comunes porque se creen providenciales, superiores o milagroso, es –
además de un gesto soberbio y petulante- el súmmum del error sin perdón de Dios
ni de los hombres. Dios por su lado hará su parte en el momento justo;
nosotros, desde aquí y ahora, decimos que hablamos con la voz de la humanidad
de quienes no pueden hablar pero si sienten en las montañas y en las selvas de
la patria los asedios de la muerte rondándolos segundo a segundo, porque la
soberbia de un Presidente y de unos guerrilleros no les ha permitido salir de
la infame cárcel verde que veja a diario la dignidad humana.
Señor Uribe Vélez, el país no se la va a acabar porque acepte dialogar
sobre el acuerdo humanitario; usted tiene ejército y acompañamiento nacional e
internacional de sobra para preservar su seguridad democrática con el rigor que
quiera, sea humilde siquiera una vez. Y ustedes, señores de
Comentarios: jotalos@gmail.com
Comentarios
Publicar un comentario